jueves, 26 de septiembre de 2013

Libro: Diccionario de la Mística, Conocimiento de sí mismo

Del Diccionario de la Mística editado por Monte Carmelo.  Una definición del conocimiento de sí mismo, desde la óptica mística.  Editado por Peter Dinzelbacher.

Peter Dinzelbacher 
(Austria, 1948 - )

Nació en Linz, Austria.  Es doctor en historia medieval en Viena, tiene habilitación para la historia media y avanzada en Stuttgart, y es miembro del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Nueva Jersey.  Enseña en varias universidades de Alemania, Austria, Italia y Dinamarca. De 1988 a 2011 fue editor Dinzelbacher de Estudios Medievales, que también fundó. Desde 1998 es profesor honorario de historia social y mentalidad de la Universidad de Viena. Cuenta con más de 300 documentos, artículos y varias antologías publicadas.

Conocimiento de sí mismo (percepción de sí mismo) 

El conocimiento de sí mismo significa la elevación del sí mismo real hasta hacerlo llegar a la conciencia de sí mismo. Claro que el conocimiento de sí mismo es un programa que hay que realizar, más bien que la referencia a una realidad ya existente. En efecto, en esta expresión se escucha siempre aquella antigua exhortación. Gnothi seauton (“Conócete a ti mismo”), que se leía en el atrio del templo de Delfos y que caracterizó esencialmente el pensamiento de Sócrates y de Platón, de los Estoicos y de los Neoplatónicos. Los primeros Padres de la Iglesia trasladaron esta idea al pensamiento cristiano, juntamente con otras ideas clave del Estoicismo y del → Neoplatonismo, San → Agustín llegó incluso a situar el conocimiento de sí mismo junto al conocimiento de Dios (Soliloquia I 7, II 1): Noverim me, noverim te (¡Que me conozca y te conoceré!”), Deum et animam scire cuplo (“Deseo conocer a Dios y al alma”). En sus Confessiones, San Agustín pone en práctica este programa. El renacimiento del siglo XII alcanzó otro punto culminante (sobre todo en la → mística de los Cisterciences) en cuanto a la reflexión acerca del conocimiento de sí mismo.

Desde la perspectiva de la moderna psicología de la personalidad, el sí mismo constituye uno de los puntos de polarización de la vida personal. No hay unanimidad en cuanto a la extensión del concepto. Según C. Bühler y C.G. Jung, designa el núcleo o del centro de la persona. En el sentido más amplio, abarca todo “sí-mismo” parcial (W. James, G.W. Allport). El conocimiento de sí mismo, entendido como la tarea de descubrir ámbitos ocultos y difícilmente accesibles, se basa más bien en el primer significado del “sí mismo”. Es digna de tenerse en cuenta, para nuestro contexto, la convicción de la psicología de la personalidad de que es imposible descubrir todos los aspectos del propio “sí-mismo”, y de que el “sí mismo” es una entidad dinámica que se halla en constante flujo. Consecuencia de ello, entre otras cosas, es que el conocimiento de sí mismo no llegará nunca a ser una tarea acabada; que, por tanto, hay que estar trabajando en ella durante toda la vida. 

Sorprende el que los místicos cristianos, aunque parecen estar totalmente orientados hacia Dios, insistan con tanto énfasis en la necesidad del conocimiento propio, que da la impresión de que ellos –al igual que San Agustín- lo equiparan al conocimiento de Dios. Dios y el hombre son dos polos de una misma y única experiencia. El conocimiento de sí mismo no sólo se halla al comienzo del camino, sino que acompaña al místico hasta sus “moradas” más íntimas (Santa Teresa de Jesús). 

Se verá con claridad su importancia, si no pensamos sólo en la razón mencionada con más frecuencia, a saber, la necesidad del conocimiento propio para llegar a ser humilde, sino que además tenemos en cuenta las implicaciones siguientes: 1) Al despertar el interés del hombre por el propio “sí mismo”, se le está trasladando a su propia interioridad, al genuino marco de la vida mística. 2) Al conocimiento del propio “sí mismo” conducen, sí, varios caminos, pero el más importante es el de la autorrevelación espontánea. Y cuando queda libre el camino hacia el acontecer interno espontáneo, entonces lo interior comienza a moverse. Emerge hasta llegar a la conciencia en forma de iluminaciones, motivaciones, mociones del sentimiento y estados afectivos, reestablece constelaciones interiores, rechaza otras cosas (purificación), integra nuevas piezas del mosaico en la imagen ya existente. Por tanto, será difícil imaginarse una ascensión más suave y más natural a la vida espiritual que precisamente la vía del conocimiento de sí mismo. 3) Claro que, en ese acontecer espontáneo que se produce en el interior del “sí-mismo” no sólo se mueven energías “ordenadas”, sino también energías “desordenadas” (por ejemplo, las concupiscencias), lo cual exige la aplicación del → discernimiento de espíritus. Y esto contribuye de manera nada despreciable a profundizar en el conocimiento propio. El objetivo del conocimiento de sí mismo en la mística es triple: la vida moral (los pecados y las virtudes), el “sí-mismo” individual con su singularidad personal (en ella se fundamenta también la dirección individualista efectuada por Dios) y el “sí-mismo” humano universal o la naturaleza humana (una idea central en el Maestro → Eckhart), su futilidad y su dignidad, su complejidad y polaridad (espíritu – carne), su origen y su destino, su puesto dentro del contexto global de la creación, etc. 

Al conocimiento de sí mismo conduce la observación de sí mismo (la introspección), las informaciones recibidas de la teología y de los otros campos especializados de relevancia antropológica, las comparaciones con otros, pero principalmente el conocimiento de Dios (es decir, el hombre se ve a sí mismo a la luz de la revelación). El hombre experimenta entonces que Dios le ama; que Dios le creó a su imagen; que él lleva en sí mismo algo divino (semillas, chispas, fuentes divinas); que, junto con Cristo, llega a ser hijo de Dios y participa en la vida divina. En esta revelación se contiene también la invitación a tender un puente, no sólo hacia su “sí-mismo” natural, sino también a lo divino que hay en él, para facilitar de este modo su desarrollo, un programa que forma parte del objetivo principal de la mística cristiana. →Iluminación, Homo interior, Wigel.